lunes, 13 de septiembre de 2010

Pequeño delirio autoreferente

Empezó hace unos meses pero no podría precisar el día. De pronto, simplemente, estaba bajo ataque y la sensación me anda desde entonces. Sin intervalos constantes -de vez en cuando- pero sí varias veces al día, siento como si apareciera sobre mi brazo, en el pecho, en la ingle o en la frente, el punto rojo del láser del M40 con el que un sniper conocido me apunta a matar. Entra humo. Se me nubla la vista. Entonces cualquier ruido menor se convierte en la señal que delata la amenaza, y oigo dentro de mi cabeza el estruendo de granadas, y me cimbran las costillas con el retumbo de las bombas. Siento golpes secos. La sangre se me espesa con la ansiedad de quien salva la vida con apenas rasguños. Después silencio. Tal como llegó la amenaza desaparece y le sigue un rato de paz. Un rato, hasta que un gesto simple vuelve a desatar el fuego cruzado de adentro hacia adentro.

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